Con la participación de entidades públicas y productivas del sector, el instituto definió el Plan Estratégico Institucional que prevé las principales líneas de acción hasta el 2030. El documento profundiza en las acciones para potenciar las cadenas productivas en todo el país.

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De seguir con la inercia actual, las proyecciones a 2050 anticipan un escenario de incertidumbre climática –con variabilidad y ocurrencia de eventos extremos–, deterioro ambiental –provocado por el prolongado uso no sustentable de recursos naturales– y mayor demanda de alimentos y energía. La Argentina es uno de los cuatro lugares del mundo más aptos para expandir la oferta de alimentos, debido a sus condiciones agroecológicas y a su estructura productiva, una oportunidad comparativamente destacada si se considera que el número global de tierras fértiles disponibles es reducido.

En línea con este diagnóstico, el INTA presentó las líneas de trabajo que guiarán su acción hasta el 2030, plasmadas en el Plan Estratégico Institucional. “Como lo ha hecho a lo largo de sus seis décadas, el INTA se posiciona con análisis prospectivos ante los cambios ocurridos en la Argentina y en el mundo para mantener vivo el compromiso a favor del beneficio de nuestra agroindustria y de la sociedad”, aseguró Héctor Espina, director nacional del instituto.


La agenda fue elaborada en el marco de un proceso abierto, que involucró a organismos de ciencia y técnica, consejos profesionales y entidades del sector. “Esta modalidad nos permite incorporar alertas, oportunidades y necesidades de todos los actores que participan en las instituciones, las cadenas productivas y los territorios”, señaló.
En virtud de lograr innovaciones a la medida de las problemáticas del país, el documento profundiza la integración de los componentes investigación, extensión, articulación tecnológica, cooperación institucional y comunicación. “Planificar y monitorear la generación del conocimiento, su transferencia y el aprendizaje a partir de nuevas tecnologías deben permitir dar respuestas”, detalló Espina.


Fernando Andrade, especialista del INTA en la Unidad Integrada Balcarce –Buenos Aires–, contextualizó que, en términos productivos, “la demanda de alimentos y de otros productos del agro continuará aumentando, principalmente, por el crecimiento poblacional y por el incremento del poder adquisitivo de muchos habitantes en el mundo”.
En este sentido, precisó que “el principal desafío que enfrenta el sector agroalimentario y agroindustrial argentino es satisfacer dichas demandas y, en paralelo, reducir el impacto ambiental”.


Para Andrade, la transformación agrícola requiere disminuir drásticamente a escala global las emisiones de gases de efecto invernadero, el consumo no sustentable del agua y la contaminación con productos químicos. “Y frenar las pérdidas de tierra cultivable, biodiversidad, hábitats y servicios ecosistémicos, en general”, añadió.


En tanto, analizó que “los aumentos de producción no pueden basarse, principalmente, en la expansión de la superficie como ocurrió en el pasado”. Por el contrario, “los mayores esfuerzos deben enfocarse en intensificar el uso de la tierra, a través de la adopción de tecnologías de procesos y de conocimientos que permitan hacer un uso eficiente de recursos e insumos y reducir el impacto ambiental”, argumentó Andrade